Nuestros jóvenes son el futuro del país, hemos escuchado decir en varias ocasiones, y es una afirmación que tiene parte de verdad porque los aportarán al mundo del trabajo y al sector económico. Pero es importante, además de la participación de este colectivo en el desarrollo económico del país, tener en cuenta sus características y necesidades para garantizar el pleno ejercicio de sus derechos.
Es importante promover la participación de la juventud en los diversos ámbitos de la sociedad. El mundo, las sociedades, avanzan a pasos agigantados. Hoy en día nos enfrentamos a una situación de pandemia que jamás hubieses imaginado, lo que nos interpela a pensar en nuevas maneras de relacionarse con el otro, nuevas maneras de interacción en el campo laboral, nuevas tecnologías que desafían las comunicaciones.
La garantía del derecho a la educación se hace imperante en estos tiempos, no solo porque es un derecho humano fundamental, sino porque la misma permite que los jóvenes adquieren conocimientos y habilidades para desenvolverse en la sociedad. A continuación, veremos cómo está la situación de este colectivo.
La Encuesta Permanente de Hogares-EPH (2019) refiere que la población joven en Paraguay es de 1.909.075 personas, representando al 27% de la población total. Si se considera el sexo, 49,9% corresponde a hombres y 50,1% a mujeres. En cuanto al área de residencia, 64,9% se encuentra en el área urbana y un 35,1% en el área rural. Al considerar grupos de edad, se visualiza que la población de 15 a 19 años representa el 35,6%; la población de 20 a 24 años el 33,4% y la población de 25 a 29 años el 31,0%.
Si consideramos el nivel de pobreza, siguiendo los datos de la EPH (2019), 20,3% de la población de 15 a 29 años se encuentra en pobreza (extrema y no extrema). La brecha de pobreza se acrecienta si se considera el área de residencia y el sexo, siendo esta mayor en la zona rural y para las mujeres. Esta condición de pobreza es una primera limitante para el acceso y culminación de la educación de los jóvenes, sobre todo porque los jóvenes en edad escolar (15 a 17 años) se encuentran en una situación de mayor pobreza (Tabla 1).
Tabla 1: Condición de pobreza de la población de 15 a 29 años de edad, según sexo y área.
Fuente: Elaboración propia en base a la EPH, 2019.
La tasa neta de escolarización para la EEB 3er ciclo[1] es de 58% a nivel país (2015). Se puede observar que en los años 2010 y 2011 la misma ha llegado al mayor porcentaje (62%) pero a partir de allí ha venido disminuyendo (MEC, DGPE, SIEC, 2015).
Gráfico 1: Tasa neta de escolarización - EEB 3er ciclo
Por el contrario, para la educación media, la tasa neta de escolarización[2] llega tan solo al 46% a nivel país (2015), visualizándose que en el año 2004 se logró la mayor tasa de escolarización (54%). Los datos evidencian que la escolarización disminuye a medida que avanzan los años de estudio, sobre todo esto debido a las necesidades de ayuda económica que requieren muchas familias, donde son los jóvenes quienes colaboran con dichas tareas.
Gráfico 2: Tasa neta de escolarización - Educación media
En cuanto a la asistencia a una institución educativa de la población de 15 a 17 años, el 16,2% no asiste, siendo de 12 puntos porcentajes la diferencia si se compara entre área urbana (11,1%) y el área rural (23,1%) evidenciándose nuevamente mayor vulnerabilidad cuando hablamos de ruralidad (EPH, 2019).
Entre los principales motivos por los cuales los jóvenes no asisten a la institución educativa se encuentran aquellos relacionados a motivos familiares, con mayor preponderancia para las mujeres (31%) frente a los hombres (5%); sin recursos en el hogar representando 29% para las mujeres, frente a un 14% para los hombres, aspecto que esta también vinculado a la necesidad de trabajar, 7% mujeres y 5% hombres (EPH, 2019). Estos datos dan cuenta de una brecha cultural en la educación joven, donde las mujeres dejan de asistir a la escuela para colaborar en las labores del hogar, dando por sentado ese “rol” al sexo femenino.
Grafico 3: Motivos de no asistencia a una institución educativa de la población joven que no trabaja ni estudia
Fuente: Elaboración propia en base a la EPH 2019
En cuanto al porcentaje de salidos, según datos del MEC, en la EEB 3er ciclo esta representa al 4,8% para los hombres frente al 3,8% para las mujeres; en la educación media esta corresponde a 4,7% para los hombres frente a 3,6% para las mujeres. Se puede observar en ambos casos un mayor porcentaje para los hombres, aspecto que podría estar vinculado a que en estas edades muchos dejan la escuela para salir a trabajar y aportar a la economía de la familia (MEC-DGPE. SIEC, 2016).
El primer desafío para el sistema educativo es lograr la retención y permanencia escolar, aspecto que se torna difícil en la etapa de adolescencia y aún más en la juventud. La sobreedad y el retraso escolar afectan a una importante cantidad de adolescentes, reflejando los problemas en el acceso y la permanencia en el sistema educativo (UNFPA, 2017, p. 17).
Por su parte, en esta situación de pandemia las clases presenciales han sido suspendidas en lo que resta del año y la educación para los jóvenes se enfrenta al desafío de la virtualidad. En ese sentido se visualiza que el 100% de la población de 14 a 17 años que se encuentran en pobreza extrema no cuenta con conexión a internet en sus hogares; mientras que el 97% de la población que se encuentra en pobreza no extrema tampoco cuenta con acceso a internet. De hecho, el acceso a internet es una gran limitante en esta franja etaria, ya que tan solo el 29% de la población que no se encuentra en pobreza tiene conexión a internet en sus hogares.
Tabla 2: Población de 14 a 17 años y conexión a internet, según condición de pobreza
Fuente: Elaboración propia en base a la EPH, 2019
Por su parte, 85% de los jóvenes de 14 a 17 años que asisten a una institución del sector oficial no cuentan con acceso a internet desde sus hogares; 51% para los del sector privado subvencionado.
Tabla 3: Población de 14 a 17 años y conexión a internet, según sector
Fuente: Elaboración propia en base a la EPH, 2019
Estas situaciones evidencian las grandes desigualdades que existen para el acceso a internet, acrecentando la brecha para que la educación en tiempos de COVID-19 pueda ser garantizada a todos por igual. Será fundamental en el presente y en el futuro dar pasos para garantizar la democratización en el acceso a internet y sobre todo continuar con el conocimiento sobre el uso de estas herramientas una vez que se retorne a las clases presenciales.
En cuanto al promedio de años de estudio, según datos de la EPH 2019, el 12,1% de la población adolescente y joven de 15 a 29 años tiene 6 o menos años de estudio; el 63,1% entre 7 a 12 años de estudio y el 24,8% de 13 a 18 años de estudio.
En relación a los que alcanzan entre 1 a 6 años de estudio, existe notoria diferencia según área de residencia, en áreas urbanas dicho indicador alcanza 6,9%, mientras que en el área rural alcanza el 19,7%. Así también para aquellos que tienen entre 13 a 18 años de estudio, la diferencia según área de residencia es significativa, representando 26,2% en el área urbana y 15,8% en el área urbana (EPH, 2019).
Si tomamos en cuenta las variables de estudio y trabajo, del grupo de jóvenes de 15 a 19 años, una parte importante se halla exclusivamente estudiando, 47%; además el 22% estudia y trabaja; el 22% solo trabaja y no estudia, y el 9% no estudia ni trabaja (EPH, 2019).
Del grupo de jóvenes de 20 a 24 años, más de la mitad (57%) sólo trabaja y no estudia, el 12% se halla exclusivamente estudiando; el 18% estudia y trabaja, y el 13% no estudia ni trabaja. Del grupo de jóvenes de 25 a 29 años, gran parte se dedica exclusivamente a trabajar, 57%, mientras que el 12% se halla exclusivamente estudiando, el 18% estudia y trabaja, y el 13% no estudia ni trabaja (EPH, 2019).
La necesidad de aportar económicamente a la familia conduce a dejar de estudiar para trabajar, representando un alto costo para la sociedad al interferir en la calidad de vida presente de adolescentes y obstaculizar el proyecto de vida adulta que será construido con escasas capacidades y competencias educativas, afectando la inserción en el mercado de trabajo en condiciones decentes: empleo formal con jubilación, seguro médico y buena remuneración (UNFPA, 2017, p. 14).
Por lo antes mencionado se observa que aún hay mucho por hacer en cuanto a garantizar la educación para la población joven, y que sin lugar a dudas la situación de pandemia en la cual nos encontramos podría agravar esta situación, sobre todo considerando que los jóvenes en situación de pobreza (extrema o no extrema) probablemente tengan que estar colaborando en la económica de la familia, dejando los estudios o intentando combinar estudio y trabajo.
Los jóvenes requieren de políticas públicas y programas acordes a sus realidades, y, sobre todo, requieren de una educación que les brinde las herramientas necesarias para que puedan desenvolverse en cada uno de los ámbitos de la sociedad: político, social, económico y educativo.
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Artículo elaborado por Andrea M. Wehrle Martínez para el Observatorio Educativo Ciudadano (Julio, 2020)
Bibliografía
Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos. (2018). Población Juvenil. Encuesta Permanente de Hogares 2019. Fernando de la Mora.
Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ). (2018). Diagnóstico del Perfil Socioeconómico y Expectativas de la Juventud Paraguaya (2018). Asunción.
UNFPA. (2017). CUENTA REGRESIVA ¿Cómo aprovechar el bono demográfico en Paraguay? Paraguay.
UNFPA. (2018). Gasto público social en adolescencia y juventud, 2013-2016. Asunción.
[1] Es un indicador de la cobertura o atención al grupo en edad escolar oficial (12 a 14 años de edad) matriculados en la EEB 3er ciclo respecto a la población de dicho grupo de edad.
[2] Es un indicador de la cobertura o atención existente para los jóvenes en edad escolar oficial (15 a 17 años de edad) matriculados en la Educación Media, respecto a la toda la población de dicho grupo de edad.
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