Bullying, ¿cosa de niños o un fenómeno social que requiere atención?
Por Dominga Maidana para el Observatorio Educativo Ciudadano, 2025.
"Mba'e bullying piko, eso ko siempre existió”. “Son solo cosas de niños”. “En mi época también molestaban y no le llamábamos así”. “Es normal”. Son afirmaciones que minimizan el impacto real que tiene el bullying.
El bullying o acoso escolar, ha sido un fenómeno que ha existido durante generaciones, aunque su reconocimiento ha cambiado con el tiempo. Dan Olweus (1998), pionero mundial en la investigación sobre el acoso escolar, señala que la agresividad intimidatoria entre escolares es un fenómeno muy antiguo, pero solo hasta principios de la década de los setenta se hicieron esfuerzos para su estudio sistemático.
En sus primeras manifestaciones, el bullying no era visto como un problema serio, sino como una dinámica común entre niños. Los problemas de agresores y víctimas comenzaron a estudiarse primeramente en Suecia, e inmediatamente se extendió a Dinamarca y Noruega. Entrando a los noventa, el fenómeno del acoso escolar atrajo cierta atención pública y de investigación en países como Japón, Inglaterra, Países Bajos, Canadá, Estados Unidos y Australia (Castillo, 2001).
Es importante definir con claridad el término bullying y evitar utilizarlo como sinónimo de todo tipo de violencia que se presenta en la escuela. La discusiones, las peleas y conflictos verbales son elementos que forman parte del proceso de aprendizaje dentro de la instituciones educativas, sin embargo, en cuanto a bullying nos referimos, es la reiterada violencia ejercida, el ataque y abuso a alguien.
El carácter repetitivo y la intencionalidad de causar daño o perjudicar a alguien que habitualmente es más débil son las principales características del acoso escolar. No se emplea el término bullying cuando dos alumnos de edad y fuerza (física o psicológica) similares se pelean (Castillo, 2001).
El bullying siempre implica una relación desigual de poder. Los agresores suelen tener una ventaja, ya sea por su fortaleza física, su popularidad o su estatus social, sienten la necesidad del poder y del dominio, disfrutan cuando tienen el control y necesitan dominar a los demás. Las víctimas, por su parte, se sienten vulnerables, desprotegidas y tienen dificultad en defenderse.
La relación que se establece entre el acosador y la víctima va fortaleciéndose pero de un modo desfavorable; en la medida en que uno es maltratado con más frecuencia, el otro demuestra su poder de manera cada vez más agresiva. Es una dinámica en la cual al acosador le cuesta renunciar, porque si deja su actitud violenta demuestra, de alguna manera, que está perdiendo poder y fuerza. Gómez (2012) argumenta que los agresores "no pueden dejar de hacerlo", “no quieren parar “ o “lo hacen para no aburrirse", y no saben cómo relacionarse con sus compañeros de otra manera.
La negociación o la verbalización de un conflicto, no es algo muy utilizado por los niños y jóvenes para resolver sus problemas, por lo que se tiende a derivar en la violencia física. De ahí se registran con frecuencia actos intimidatorios de por ejemplo: “Dame tu lugar o te voy a pegar”.
En las escuelas se ve con mayor asombro que una niña sea la “acosadora”, tal y como si el recurso del bullying fuera de uso exclusivo por los varones. Ellas no recurren como primera opción a la violencia física para resolver sus conflictos, el maltrato es más de tipo verbal o psicológico, sin embargo, los recursos de control y poder son los mismos en ambos sexos.
Los estudiantes, al buscar autonomía de sus padres, recurren a sus compañeros para discutir problemas, sentimientos, miedos y dudas, aumentando así la relevancia del tiempo que pasan con sus amigos. Sin embargo, esta dependencia de los compañeros para el apoyo social va acompañada de crecientes presiones para alcanzar un estatus social. Es durante la adolescencia cuando los grupos de compañeros se estratifican y los problemas de aceptación y popularidad adquieren una importancia creciente.
La dureza y la agresividad son consideraciones importantes de estatus para los chicos, mientras que la apariencia es un determinante central del estatus social entre las chicas. Por lo tanto, es probable que esta presión por obtener aceptación y estatus entre los compañeros esté asociada con un aumento de las burlas y el acoso para demostrar superioridad sobre otros estudiantes, tanto para chicos como para chicas, ya sea mediante insultos o ridiculización (Espelage & Holt, 2001).
Del bullying al ciberacoso
Los apodos, insultos, golpes, patadas, amenazas, aislamiento, indiferencia continua son claros ejemplos del bullying. No obstante, el acoso tradicional ya sobrepasó los límites del plantel escolar a la forma virtual, a través del internet y dio lugar al ciberacoso.
El acceso a internet conlleva un espectro de riesgos a los que los niños son más vulnerables que los adultos. Las generaciones actuales son denominadas nativos digitales, al estar en contacto con las mismas desde edades muy tempranas, por lo que el riesgo de sufrir consecuencias negativas es más elevado. El ciberacoso se ha convertido en una de las modalidades más prevalentes de bullying en la actualidad y ha ganado terreno debido a la percepción de que, al no estar frente a la víctima, el agresor no enfrenta consecuencias inmediatas (Cortés, 2020).
El estudio ciberacoso escolar, ajuste psicosocial e ideación suicida en la adolescencia (2019), revela que más del 80% de las víctimas de bullying en las escuelas son víctimas de ciberacoso, y quienes son acosadores en la escuela también lo son a través de internet.
El bullying se torna un conflicto social, que va más allá de una situación entre chicos, y puede conllevar a consecuencias inevitables como el suicidio, porque realmente existe un relación estrecha entre el acoso escolar y el suicidio, de la cual poco se habla.
Los estudios sobre bullying comenzaron cuando se detectaron como motivo detonante del suicidio de adolescentes, el acoso escolar que sufren. El nexo entre la ideación suicida y el ciberacoso es mayor que la encontrada con el acoso tradicional. El 20% de los adolescentes víctimas de ciberacoso han pensado en el suicidio como una forma de resolver sus problemas y escapar del sufrimiento que están experimentando (Iranzo et al., 2019).
Hacer de la escuela un lugar seguro, y empezar desde la casa
La mayoría de los casos de acoso escolar reportados ocurren dentro del ámbito escolar, a pesar de que las escuelas deben ser un lugar donde todos los niños se sientan respetados, aceptados y seguros para que puedan aprender y desarrollarse.
En el 2024, la UNESCO informó que casi uno de cada tres estudiantes en todo el mundo dijo haber sido agredido físicamente al menos una vez al mes y que el ciberacoso se vuelve cada vez más frecuente y afecta a uno de cada diez niños. Según ABC Color, el mismo año, el Ministerio de Educación y Ciencias registró más de 1.456 denuncias de violencia escolar en las instituciones educativas públicas, privadas o privadas subvencionadas del Paraguay. De estas, más de 100 casos son de bullying y cyberbullying.
En relación con los padres de familia, tanto de las víctimas como de los acosadores, afrontar el bullying implica un importante desafío y, en la mayoría de los casos, advierten que se trata de un problema que no saben cómo manejar y menos aún a dónde deben recurrir para atenderlo, más allá de la escuela y del profesor, de quien esperan una respuesta oportuna que no siempre da o resuelve satisfactoriamente.
En el 2012, el MEC implementó el “Protocolo de Atención en Instituciones Educativas para Casos de Violencia entre Pares y/o Acoso Escolar” con medidas de sensibilización, manifestación e intervención con las víctimas, los agresores y las familias, para aprender sin miedo, identificar y atender casos de acoso escolar y fomentar un entorno escolar seguro.
Los estudiantes deben tener un espacio seguro para expresar sus preocupaciones y el MEC cuenta con apenas 500 psicólogos para 8.500 instituciones educativas de gestión pública, y esta falta de profesionales, es una de las críticas de la comunidad educativa. (ABC, 2024).
En la comprensión del fenómeno del acoso escolar intervienen múltiples factores asociados con los orígenes, contexto social y cultural, procedencia familiar y nivel socioeconómico de los sujetos involucrados y de la institución escolar que los alberga. La educación con el ejemplo es fundamental para la prevención del bullying.
Niños, niñas y adolescentes que se sienten seguros y apoyados por su familia, escuela y amigos tienen menos probabilidades de violentar. Sin embargo, muchos de ellos no cuentan con este tipo de crianza respetuosa.
Algunos estudiantes que hacen bullying pueden venir de familias donde hay intimidación, agresión o violencia en el hogar, pueden tener padres y/o cuidadores que no brindan apoyo emocional ni comunicación, que actúan de manera autoritaria, entre otros. Pueden venir de familias donde los adultos son demasiado permisivos, no existen límites o donde hay poca involucración parental en sus vidas (Espelage & Holt, 2001).
La familia debe ser un modelo a seguir, demostrando cómo interactuar con empatía e igualdad hacia los demás. Además, en la era digital, debemos estar atentos a los riesgos del ciberacoso y educar sobre el uso responsable de las tecnologías. Dentro de las instituciones educativas, los docentes deben ser promotores de una cultura de paz y resolución de conflictos, deben ser los primeros en escuchar, no juzgar y dialogar.
El Bullying es una forma de violencia que no debe ser tolerada bajo ningún pretexto, y es responsabilidad de las familias y los agentes educativos, crear un ambiente seguro y respetuoso. Con la concienciación de cada uno de nosotros, podemos avanzar hacia un futuro donde el respeto y la inclusión, sean los pilares fundamentales en nuestras comunidades educativas.
Fuentes consultadas
ABC Color. (2024). Violencia escolar en Paraguay: estos son los casos más denunciados, según el MEC. https://www.abc.com.py/nacionales/2024/10/27/violencia-escolar-en-paraguay-estos-son-los-casos-mas-denunciados-segun-el-mec/
Castillo, L. (2011). El acoso escolar. De las causas, origen y manifestaciones a la pregunta por el sentido que le otorgan los actores. Magis. Revista Internacional de Investigación en Educación. vol. 4, núm. 8. pp. 415-428. Colombia. https://www.redalyc.org/pdf/2810/281021722009.pdf
Cortés, A. (2020). Acoso escolar, ciberacoso y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Revista Cubana de medicina general integral. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-21252020000300012
Espelage, D.& Holt, M. (2001). Bullying and Victimization During Early Adolescence. The Haworth Press. https://www.researchgate.net/publication/254368128_Bullying_and_Victimization_During_Early_Adolescence
Gómez, A. (2012). Bullying: El poder de la violencia. Una perspectiva cualitativa sobre acosadores y víctimas en escuelas primarias de Colima. RMIE vol.18 no.58 https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-66662013000300008
Iranzo, B. , Buelga, S. , Cava, M. , & Ortega-Barón, J. (2019). Cyberbullying, Psychosocial Adjustment, and Suicidal Ideation in Adolescence. Psychosocial Intervention. https://journals.copmadrid.org/pi/art/pi2019a5
MEC. (2012). Protocolo de atención en instituciones educativas para casos de violencia entre pares y/o acoso escolar. https://www.mec.gov.py/cms_v2/adjuntos/17823?1646325819
Olweus, D. (1998). Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Morata. Madrid, España.
UNUESCO. (2024). Violencia y acoso escolar: la UNESCO reclama una mejor protección de los estudiantes. https://www.unesco.org/es/articles/violencia-y-acoso-escolar-la-unesco-reclama-una-mejor-proteccion-de-los-estudiante
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